CAPÍTULO I
Me despierto inquieta, nerviosa… creo que me
he dormido! con la cantidad de cosas que
tenemos que hacer hoy……ahí va! Pero si estoy en Zaragoza ya…
De repente, un cúmulo de emociones me abruma
durante unos minutos antes de levantarme.
Por un
lado ya siento esa nostalgia propia de cuando se acaba algo que has estado
esperando durante mucho tiempo. Tan sólo hace unas horas que no estamos en
Grecia y ya echo de menos a la gente que hemos conocido allí.
Por
otro lado tranquilidad… Tengo la suerte de estar en mi casa, descansando, sé
que me voy a levantar y tendré cosas que hacer, sitios a donde ir, gente con la
que disfrutar…
Y por último… incertidumbre y preocupación por
nuestros amigos sirios.
Ahora toca retomar la rutina de “nuestra
realidad”, pero es importante no perder de vista la que hemos vivido durante
estas dos semanas.
Se supone que vivimos en una sociedad moderna,
avanzada, tolerante… donde unos cuantos
países, formamos parte de una unión en la que se respetan los derechos y
libertades de las personas… y ahora resulta que cerramos nuestras fronteras a personas
que huyen de sus países para salvar su vida. Personas, de las que tenemos mucho
que aprender.
Nosotros, durante estas dos semanas ya hemos
empezado.
En el limbo que son los campos para
refugiados, nos hemos encontrado una valentía fuera de serie, una sorprendente
alegría y unas arrolladoras ganas de retomar las vidas estancadas. Aunque ello
suponga empezar de cero en un país desconocido con una cultura completamente
diferente.
Mientras la vida les trata injustamente,
mantienen la paciencia en una rutina monótona, en la que no hay otra ocupación más
que sobrevivir.
Los hombres se dedican a conversar, a jugar a
las cartas…por la tarde, cuando el calor empieza a dar tregua, juegan su partido
de fútbol. Alguno de ellos, nos ha contado testimonios escalofriantes de su
tenebroso viaje hasta Grecia.
Las mujeres, grandes heroínas, son las que
mantienen el equilibrio de la familia. Dedican la mayor parte del día a sus
hijos, aunque les gustaría tener mayor tiempo para ellas. Uno de los mejores momentos en el campamento,
fue la fiesta para ellas. Nos enseñaron bailes kurdos al grito de WOMEN HAVE
THE POWER!
Los y las adolescentes. Nos hemos encontrado a jóvenes estupendos en
la edad de estar con sus amigos, de salir, de empezar a hacer cosas por sí
mismos… creo que son los que peor llevan estar en el limbo. Muchas inquietudes
y deseos propios de su edad, que se ven frustrados por la situación en la que
se encuentran. Tendrán que esperar demasiado tiempo para poder cumplirlos.
Y por último nuestros pequeños grandes amigos.
Las niñas y niños. Los que nos han regalado todo su cariño. Inolvidable para siempre
serán sus recibimientos, corriendo hacia al coche al vernos llegar. Sus ganas
de ayudar sin parar de repetir mi! mi!
mi! y las eternas despedidas con el ya mítico para nosotros SEE YOU TOMORROW MY
FRIEND!
Lamentablemente, también será muy difícil de
olvidar sus peleas… tienen la violencia interiorizada de tal manera, que la
usan como medio para solucionar cualquier conflicto. Patadas, puñetazos, peleas
con piedras… están a la orden del día, y en ocasiones, nos ha resultado muy
complicado tranquilizar a los pequeños.
Por otra parte, la labor realmente dura que
hemos desempeñado estos días. Los desayunos para la gente que está en la calle.
En la zona que hemos estado, unas doscientas
personas distribuidas en tres pequeñas zonas de Tesalónica. Personas que huyen
de conflictos que llevan años azotando sus vidas. Llevan tanto tiempo huyendo
que ya no les queda nada. De nuevo Europa cerrando puertas, y en esta ocasión a
personas que huyen de conflictos en los que ha tenido una corresponsabilidad evidente,
participando en bombardeos y un largo etc. en el que no me extenderé en esta
ocasión…
Estos días nos hemos encontrado mucha
solidaridad y ejemplaridad ciudadana, algo que deberían aprender nuestros “queridos”
políticos, responsables de paliar esta crisis.
La solidaridad está muy bien, es necesaria,
pero no debe ser la sustituta en ningún caso de nuestros DERECHOS como
ciudadanos, ni mucho menos de nuestros DERECHOS como PERSONAS.
La realidad, es que lo que todas estas
personas tienen en común es un futuro incierto. Para todos ellos espero que la
vida les trate mejor que hasta ahora y esté cargada de cosas buenas.
No podemos caer en la equivocación de ver esta
situación con una normalidad adquirida por el tiempo, pues todas estas personas
se perderían en el olvido.
Nosotros haremos todo lo que esté en nuestra
mano para que esto no ocurra.
Me voy con la sensación de haber hecho una
buena labor, pero sin ninguna duda, de haber recibido muchísimo más de lo que
he dado.
¡¡OPEN THE BORDERS!!
CAPÍTULO II
Pregúntate qué sentirías si tuvieras que huir de tu país por
miedo a perder tu vida, o la de aquellos a quienes quieres.
Pregúntate qué sentirías si hubieras visto bombas caer
frente a tu casa, pensando que la siguiente podrías ser tu. O si hubieras
perdido a tu hermana, a tu padre, a tu hijo, a tu amigo o a tu vecina en un
fuego cruzado, en un bombardeo, en un secuestro o ahogada en el mar.
Pregúntate cómo estarías si tras conseguir salir de ese
desastre, te encuentras durmiendo al raso, sobre un montón de cartones,
expuesta al sol, a la lluvia o al frío, sin saber cuando podrás comer o beber.
Imagínate además, que te acompañan tus hijos, de uno y tres años.
Pregúntate qué harías si llevaras ocho meses estancada,
enjaulada, recluida en un campo, que no es más que una fábrica abandonada repleta
de tiendas, en la que habitan otras personas en tu misma situación.
Pregúntate que sucedería si dependieras de que una furgoneta
de reparto fuera la responsable de traer diariamente un plato de comida(frío y
asqueroso) a tu mesa, y si no tuvieras la posibilidad de trabajar para tener
una vida digna.
Piensa en qué sentirías si estuvieras esperando que alguien,
en algún momento, se dignase a darte algo de información sobre cuál puede ser
tu futuro, en manos ahora de nadie.
Imagina que tu futuro dependiese de unos personajes de
despacho y guante blanco, que no conocen ni de lejos el significado de la
palabra HUMANIDAD.
Vamos, atrévete ¿qué sentirías si la posibilidad de
reubicación en otro país dependiera de que una ONG se “enamore” de tu hija sin
dientes, o de tu hermana mutilada, o de tu historia, ejemplo de superación y
valentía?
O peor aún, si supieras que tu futuro pasa por pagar a la
mafia para que te ayuden a cruzar la frontera, con los riesgos que eso acarrea.
Imagínate que todos tus deseos, sueños, ilusiones, planes de
futuro, se viesen truncados y tuvieras que soportar una espera que no sabes
cómo y ni cuándo acabará.
Por favor, hazlo, inténtalo al menos, y se sincera contigo
misma ¿Crees que algún ser humano merece este trato? ¿No crees que al no hacer
nada, estás legitimando estas situaciones? Y si fueras tú quien está ahí ¿ qué
esperarías que hicieran por ti?
TOMA CONCIENCIA Y ACTÚA!
CAPÍTULO III
Estoy hecha un lío, tengo un mejunje de
emociones, sentimientos e ideas que me inundan a menudo; tristeza, cariño,
culpa, amor, indignación…
No sé cómo reflexionar sobre esto, supongo que
necesito tiempo y distancia, pero no quiero tomar ese tiempo y esa distancia
porque mi corazón está allí, conectado a Rudim, Lilaf, Amir, Hussein, Nadim,
Malek…
Si conviviéramos con todas las personas de este mundo y viéramos lo
iguales que somos en ideas, pensamientos, sentimientos y sueños no
permitiríamos que nuestros gobiernos hicieran esto.
No entendemos cómo sucedió
el holocausto y cómo la población lo permitió y estamos en el mismo momento,
dejando hacer o consolándonos con que no podemos hacer nada.
No sé cómo resumir
todo lo que he vivido, así que acabaré con la frase que me dijo Rudim: “Los
seres humanos no necesitamos lujos, ni posesiones, ni si quiera comida o
bebida, solo necesitamos tener sueños”.
CAPÍTULO IV
Pues aquí estamos. Otra vez en nuestros hogares y con el
cariñoso recibimiento de nuestros familiares y amigos. Empezamos a dirigir todo
lo vivido en Grecia, no es tarea fácil. Ahora llega el momento en el cada uno
tiene que mirar para adentro y sincerase con uno mismo, así que hablaré en
primera persona.
Es difícil empezar a tirar del hilo. Tengo muy claros mis
pensamientos, pero al mismo tiempo la contraposición de sentimientos hace
complejo encontrar un principio.
Me siento pesimista la verdad. Pesimista por no entender
cómo es posible que esto se permita y pesimista porque se va a seguir
permitiendo. No es lo mismo ser consciente de que un problema exista que verlo
con tus propios ojos. La indignación e incomprensión aumentaron en el momento
en el que vi el primer campo de refugiados. Ya no es que se prive a las
personas de tener una vida mejor, es que se les está privando de aquello de lo
que a Europa le gusta tanto presumir, libertad. El derecho a decidir no existe
para estas personas. Han pasado a ser números y a ser llamados el problema de la crisis de refugiados.
Para mí el único problema es la inhumanidad en la que nos rodeamos. No hay
excusas que valgan. No hay excusa para que no se abran las fronteras, no hay
excusa para robar la infancia a miles de niños y no hay excusa para no permitir
que las personas como tú y como yo puedan seguir con su vida fuera de su país,
pues las circunstancias no les han dejado otra opción que emigrar o morir, así
de claro.
Hace tiempo que todos estamos decepcionados con los
gobiernos y cansados de hablar y sufrir nuestra sobrevalorada crisis económica.
Esto no es nada chavales. No quiero con ello quitar valor al esfuerzo,
sacrificio y dolor de muchas personas europeas, en nuestra realidad también
padecemos y sufrimos, pero al final estoy segura de que la mayoría tenemos un
sitio al que ir, poder pedir ayuda y sobretodo tenemos lo más importante,
nuestra identidad. Poder caminar sin tener que escondernos simplemente por
nuestro lugar de procedencia.
Todas las palabras de indignación que yo pueda decir son un
cero a la izquierda. Nada va a poder cambiar el mundo en el que vivimos. Y,
¿para qué entonces meterse en este jardín? Pues muy fácil. Sólo basta sentir la
necesidad de hacer lo que esté en tu mano para mejorar o intentar alegrar un
poquito el ánimo y el bienestar de estas personas. Creo que es la mejor manera
de manifestarse ante esta injusticia.
No soy mejor que nadie por haberme lanzado a hacerlo, de
hecho ahora mismo me siento de lo más insignificante. Ni siquiera es un granito
de arena lo que he puesto y ni siquiera sé si podría haberlo puesto de alguna
manera mejor. Todo es poco comparado con lo que necesitan y merecen. Esa es la
realidad. Pero que mi tono no os confunda, también es real que me siento feliz de
haber estado allí y de haber llevado una dosis de cariño y esperanza. Si una
conclusión saco de esta experiencia, es que trabajar exclusivamente para uno
mismo nunca traerá la felicidad. La búsqueda está en los demás.
Algo que también ha sido muy bien aprendido es el
agradecimiento a la, voy a decir suerte, que tengo de vivir en un lugar donde
no hay que preocuparse por sufrir una guerra, ni de pasar hambre, en el que
siempre tendré donde cobijarme y una familia a la que quiero incluso más de lo
que pensaba. Parece algo gratuito y fácil, pero es una lección que por mucho
que te la hayan contado toda la vida siempre se nos olvida y acostumbramos a
quejarnos por cualquier cosa. Después de conocer la entereza con la que estas
personas siguen viviendo, creo que a partir de ahora tendré que sufrir
verdaderas desgracias para llegar a sentirme desdichada.
Siento que tengo muchas más cosas que decir y más alegría
que mostrar, pero está todo tan reciente que ahora mismo solo puedo pensar en
qué estarán haciendo, en que si la gente del parque habrá comido hoy, en que
echo de menos escuchar my friend my
friend! y en que pronto puedan tener futuro.
Antes he dicho que el mundo no se puede cambiar, pero eso no
significa que no siga existiendo gente que frene a la injusticia o que se
atreva a evidenciar y denunciar lo que todos sabemos que es incorrecto. Ya
sabemos de sobra que no podemos confiar en nuestros gobiernos, ellos no van a
mover ficha. Hagámoslo nosotros. Es mucho más fácil tender la mano a quien lo
necesita y, no cambiar, pero sí despertar con un grito al mundo de vez en
cuando que mirar a otro lado y vivir con la carga de la indiferencia.
NO BORDERS
ڕزگاری Libertad
CAPÍTULO V
Como conclusión a esta enorme experiencia que ha durado dos semanas,
intensas e inolvidables, puedo decir que me ha hecho crecer como persona,
afianzar ciertos valores y menospreciar determinados aspectos materiales que,
en muchas ocasiones consideramos imprescindibles en nuestro día a día, que al
fin y al cabo no lo son tanto, todo ello indagando en lo más profundo de mi
interior.
El día a día ha sido duro, hemos dormido pocas
horas y gastado mucha energía, tanto física como emocional, pero sólo pensar que
hemos aportado nuestro pequeño granito de arena y hemos hecho más felices a
algunas personas aunque sólo sea en contados momentos, me hace pensar que todo
nuestro esfuerzo ha merecido la pena.
He compartido momentos inolvidables con muchas
personas (pequeñas y grandes) sin entender de fronteras, religiones,
condiciones o clases, tan sólo personas, descubriendo y compartiendo el lado
más humano de cada una de ellas.
Muchas de las experiencias que nos han contado
han sido realmente potentes (familiares perdidos, casas derrumbadas, viajes
interminables y extremadamente arriesgados, secuestros, explotaciones…) nos han
generado grandes momentos de tristeza y
al mismo tiempo de admiración por la entereza con la que lo han
transmitido cada una de ellas, en las cuales todavía se ven reflejadas en sus
miradas perdidas que expresan vacío, miedo y desesperanza constante de vidas
derrumbadas que han quedado atrás.
Haciendo recuento, en el campo de SINATEX
donde hemos colaborado, aportamos algunas cosas que creemos les servirá y pueda
hacerles la vida más llevadera allí. (Muebles con material reciclado y
reutilizado, un pequeño huerto, juegos educativos y lúdicos, material deportivo,
hemos aportado nuestras clases de inglés y deportes para niños y adultos,
distribución de materiales de higiene… y alguna cosa más que ahora no me viene
a la cabeza).
Creo que hemos conseguido crear mayores
relaciones sociales entre sus habitantes y potenciar las capacidades de algunos
haciéndoles conscientes a ellos de sus potenciales y de la necesidad de
colaborar y ayudarse unos a otros para poder hacer esta situación un poco más
llevadera.
Y probablemente, lo más sencillo pero no menos
importante, hemos mantenido conversaciones cargadas de emociones y sentimientos
que han resultado enriquecedoras de manera recíproca para todos.
Me siguen quedando muchas dudas sin resolver y
muchas cosas sin entender ni compartir según mi manera de pensar. Las
necesidades básicas de algunas personas pueden estar cubiertas, pero sus vidas están
cargadas de incertidumbre, están estancadas y no entienden por qué no pueden
reconstruirlas donde ellos quieran, ya que, se encuentran allí por una guerra
que les ha sobrevenido, no son culpables de nada y lo han perdido todo.
Otras muchas, ni siquiera tienen cobijo ni
derecho a asilo, y viven en una lucha constante con el único objetivo de
conseguir llegar al día siguiente intentando lograr algo que llevarse a la boca,
conseguir una manta o tan sólo un poco de agua con la que lavar a sus hijos que
en muchos casos solo tienen semanas de vida. ¿Qué futuro les depara?
He de decir también que nos hemos topado con
fantásticas personas voluntarias, muchas de ellas españolas, que con su
entrega, dedicación y solidaridad han llevado a cabo tareas importantísimas que
apenas se ven y que son muy necesarias, ya que no están cubiertas ni por el
gobierno ni por las grandes ONGs, que a veces dan la sensación de exponer gran
indiferencia, trabas y desorganización.
En cuanto a mis cinco compañeros, sólo tengo
palabras de admiración hacia ellos. Estoy seguro de que esta experiencia ha
forjado aún mas nuestra AMISTAD y me siento muy afortunado de que formen parte
de mi vida.
CAPÍTULO VI
Hace dos días que volví de este viaje y ya estoy sumergido
en la rutina del día a día.
Estas líneas están siendo las más duras de escribir y tengo
que borrarlas constantemente, pues no quiero que sea un escrito de autoayuda,
ni un alegato en contra de la sociedad en la que me he criado. Simplemente
quiero echar la vista atrás y recapacitar sobre lo que estos días han
significado para mí. Pido disculpas de antemano si no puedo remediarlo y acabo
cayendo en el error que intento remediar.
Acuden a mi cabeza, a la velocidad de la luz, miles de
imágenes, recuerdos y conversaciones, las cuáles me han enseñado más de lo que
creía que podía aprender, tanto de mí mismo, como de la superación del ser
humano ante las adversidades.
Tengo grabadas las sonrisas de los niños, ajenos a la
injusticia que padecen, y con más amor que caries en sus dientes.
Veo el agradecimiento de la gente de los parques, los olvidados
de esta historia que, sin cruzar una palabra, te podían explicar el cansancio,
el hambre o la necesidad que tenían. Pero sobre todo el agradecimiento, no por
los alimentos o el agua que les dabas, sino porque todavía hubiese alguien que
pensaba en ellos.
Siento el amor de la gente de Sinatex, y la estrecha
relación que hemos hecho en pocos días. Podría decir que se ha convertido en mi
segundo pueblo, un lugar en el que todos te conocen y aunque no tengas “tu
familia” hay un fuerte vínculo con todos ellos.
Tiemblo por dentro al repetirme las palabras tan profundas y
elocuentes de gente humilde, que bien podrían ser cualquier filósofo o gran
pensador del mundo actual. O en las de un niño, que me sorprenderían en alguno
de los “adultos” de mi entorno actual.
Cierro los ojos y mi boca se llena de solidaridad, con
sabores a arroz, garbanzos o té tan dulce como la mujer que nos lo servía.
Cada mordisco de fruta, o cada trago de leche, evoca en mi
recuerdo un rostro distinto de esos voluntarios independientes que cada día se
convierten en hormiguitas que realizan tareas de titanes.
Sonrío al pensar en las largas sesiones de música dance en
el coche o en la furgo y me enorgullezco profundamente de haber podido formar
parte de este equipo, que espero que dure muchos viajes más.
Observo a la gente que pasa por la calle, desconocidos, como
todos esos ciudadanos griegos que, al enterarse de nuestro trabajo allí, nos
han ayudado de mil maneras distintas. También los hay necios, como en todas
partes, pero no son dignos de mención en estas líneas.
No tengo palabras para describir todo el agradecimiento que
siento por vuestras palabras de apoyo, por seguirnos todos los días, o por
vuestras aportaciones económicas (sin vosotros, habría sido muchísimo más
difícil). Al igual que no las tengo para describir la ira que siento al
enchufar la tele y escuchar la sarta de sandeces que pueden llegar a decir
nuestros políticos.
Me gustaría despedirme, por un breve espacio de tiempo, con
una frase que para mí ha cobrado más sentido del que tenía, aún si cabe:
“Los pájaros, las plantas y las tormentas, nada saben a
cerca de las fronteras” Rima Nassir Tazari “Los sueños de un pueblo”