Ninguno de nosotros quería que llegase el día de hoy. El tiempo, los días, son imparables y
finalmente todo llega y todo termina. El equipo pone punto y aparte a esta experiencia, tan
preciosa como dolorosa, tan real como la vida.
Antes de ponernos tan sentimentales como nuestro ser necesita, vamos a ser fieles a la
narración de nuestra andadura.
Despertador a las 8 de la mañana, con unos minutos de prórroga para ir abriendo los ojos.
Caras largas y miradas que lo dicen todo, nos vamos, pero antes aún quedan cosas
importantes que hacer, en marcha.
Recogemos maletas y salimos de casa a encontrarnos con el Breakfast Team. Mientras
pedimos el café de rigor, Jousep nos cuenta su segunda experiencia consecutiva con la policía.
La tarde anterior fue a conocer lo que había sido el campo de Idomeni y, ante la ausencia de
señalización de zona militar, tomó unas cuantas fotos, lo que alarmó a un agente que se
encontraba a lo lejos. Quién eres, para qué haces fotos aquí, está prohibido, acompáñeme a
comisaría. Allí se encuentra con cordialidad y no mucho más que llegar a la conclusión de que
intentar dar visibilidad a la crisis de refugiados es algo que incomoda profundamente a las
autoridades griegas.
Después de la charla, ya con cierta sorna hacia Jousep por su segunda detención, comenzamos
con la distribución y reparto. Hoy es rápido, ya tenemos la compra hecha y hay menos gente.
Se rumorea que varias familias han intentado pasar a Macedonia. Durante estos días, apenas
hemos conversado con las personas, pues es una situación tremendamente dura y no
queremos incomodar con demasiadas preguntas. No obstante, la complicidad es algo que
surge sin necesidad de mediar palabra y hoy, tanto durante el reparto, como al terminar, nos
hemos despedido de varias familias y les hemos dado toda la fuerza posible para continuar con
su camino. Nunca sabremos si lo conseguirán.
Ahora toca despedirse del equipo del desayuno. Amigos, os esperamos en Zaragoza.
Volvemos a casa y antes de entregar las llaves acabamos con las sobras de la nevera y echamos
una pequeña siesta, la primera y última de todo el viaje.
Nos dirigimos por última vez a la que ya también es nuestra casa, Sinatex. Como cada día, los
pequeños vienen a recibirnos sabiendo que en unas horas volamos camino a España. Hoy no
nos quedamos en el centro cultural, entramos directamente al campo a despedirnos poco a
poco de todo el mundo.
Entre adiós y adiós, nos hacemos todo un book fotográfico, intercambiamos números de
teléfono, deseamos y nos desean toda la suerte del mundo, tomamos nuestro té diario y
colgamos una preciosa pancarta con el lema “Open the borders”, la cual ha sido firmada con la
palma de la mano de muchos de los niños del campo.
Ya no queda más por hacer. Nuestros más allegados salen a despedirnos y durante los últimos
minutos una sinfonía de besos y abrazos inunda el campo. Seguro que ninguno de nosotros
había abrazado antes de esa manera. Es más que una muestra de afecto, más que una
despedida. Es una unión para toda la vida.
Han sido dos semanas muy intensas. El cansancio físico y mental quedan totalmente
apartados, y sólo podemos mostrar agradecimiento hacia todas y cada una de las personas
que nos han abierto las puertas de su casa y de su corazón.
El equipo se dirige ahora mismo hacia Zaragoza, después de un largo viaje, durante el cual no
podemos dejar de pensar en todo lo vivido. Nos va a costar unos cuantos días adaptarnos a lo
que se supone que es nuestra vida normal. Después de todo, creo que algunos hábitos,
pensamientos o formas de vida no volverán a ser iguales.
Nos despedimos momentáneamente. Tenemos claro que esto no puede quedar aquí. Nuestro
apoyo hacia las miles de personas que luchan por que sus vidas no se estanquen frente a una
frontera seguirá latente y fuerte. Si por el camino conseguimos seguir despertando sonrisas,
todo habrá merecido la pena.
NO BORDERS.
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