Una día más, nuestro despertador suena a las 8 de la mañana
y el café que preparamos desprende sus primeros aromas a despedida. Somos
conscientes que sólo nos quedan dos días aquí y que nuestros sentimientos cada
vez más, se disponen a flor de piel.
Nos dirigimos como cada mañana, más veloces y ya acostumbrados
al caos de la circulación griega a la zona de parques próxima a la estación
donde, junto a nuestros equipo de voluntarios, cada vez más numeroso y cercano,
a distribuir unos pocos de alimentos que aporten algo de energía a estas
personas que realmente no saben hacia donde ni hasta cuando les conducirá este
viaje tenebroso cargado de incertidumbre. Cada pieza de fruta o vaso de leche
entregado se prolonga con una mirada o contacto que nos encoge en lo más
profundo de nuestros adentros.
"Breakfast team"
Hoy hay más gente que en días anteriores y muchos de los
rostros nos son familiares porque muchos de ellos han retornado a los lugares
de donde fueron desalojados ayer.
Terminado el reparto toca despedirnos de algunos compañeros
del “breakfast team” que regresan a sus ciudades con la sensación de haber
aportado su pequeño trabajo de hormiga que por desgracia, cada día hay que casi
comenzar a construir de nuevo.
Cargamos el maletero con la compra para mañana y nos dirigimos
al campo con la idea de poder estrenar los últimos juegos que anoche terminamos
en casa entre bostezos apoderados de cansancio, pero siempre esperanzadores y
cargados de ilusión. Los niños enseguida participan y disfrutan con ellos y
preparan sus primeras estrategias que mejoraran seguramente en los días
venideros.
Afinando la puntería
Otra tarea pendiente que somos capaces de terminar de cerrar
es el reparto de pasta y cepillos de dientes para todos los habitantes del
campo, gracias también a vuestras
aportaciones económicas. Llegados a este
punto conseguimos ver más allá de las sonrisas que nos regalan las caries que
enmascaran muchos momentos difíciles ligados al dolor y tristeza.
Asombrados
Ponemos en marcha el kit de peluquería del campo y dos de
nuestras hairdresser cortan cabellos a varias personas, entre ellas a tres de
nosotros.
Ya en casa y con nuestra última pita entre manos, digerimos
las sensaciones del día y vemos más claro que esto no termina aquí, pensando ya
cómo y de qué manera seguir colaborando desde nuestros privilegiados hogares de
cuatro paredes.
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