Nos levantamos dispuestos a poner en marcha nuevas iniciativas.
Como consecuencia de la crisis de refugiados, en Grecia, hay dos realidades: La de las personas que tienen condición de
refugiadas y las que no.
Las personas que no tienen condición de refugiadas, no
tienen derecho a vivir en un campo. Vienen en su mayoría desde Afganistán,
Paquistán e Irán. Muchos viven en la
calle, casas okupadas, siempre pendientes de posibles desalojos, o los más “afortunados” en pisos alquilados,
gracias a la solidaridad de algunas personas.
Hoy vamos a contaros esta segunda realidad.
Gente viviendo en el parque
Nos dividimos de nuevo. En el campo empezamos con las tareas
rutinarias y conseguimos trabajar un huerto comunitario, en el que colaboran orgullosos algunos
adultos. Nos sorprende y sobre todo, nos alegra que nos permitan hacerlo dentro
del campo.
La otra parte del equipo nos reunimos con un grupo de españoles
que se dedica a repartir el desayuno a la gente que vive en la calle. Quedamos en un parque, donde ya podemos ver a
gente esperando su cola-cao, frutas y galletas y nos desplazamos a varios
puntos más con el mismo desayuno.
Después de una noche
de tormenta y varios chaparrones, las condiciones en las que nos los
encontramos son inhumanas. Ropa mojada, caras de agotamiento…ni siquiera tienen
esterillas. Todo esto unido a la intranquilidad constante por el miedo a que la
policía les desaloje por estar en un sitio público. Hoy no hay mucha gente y
somos bastantes voluntarios, por lo que acabamos pronto. Aprovechamos para hacer unas compras para el
campo y decidimos volver a la hora de comer con la intención de hablar con las
personas que se dedican a hacer el reparto de comidas.
De nuevo en el parque, conocemos a dos voluntarios que están haciendo algunas
curas con el poco material médico que tienen. Junto a ellos, nos vamos a hablar
con uno de los chicos que se encuentra ahí. Nos cuenta que hoy no ha pasado el
grupo y no han comido nada.
Hacemos el recorrido de por la mañana para ver si nos
encontramos con los voluntarios, pero nada, hoy no vienen. Volvemos al parque y después de hacer un
recuento de las personas que se encuentran ahí y observar necesidades tan
básicas como beber agua, nos vamos al mercado. Compramos agua, zumo, manzanas y
plátanos. Repartimos una pieza de fruta por persona y una botella de agua y de
zumo por familia junto con un paquete de toallitas higiénicas.
Esperando reparto de comida
Nos impacta la situación general y varios casos
especialmente vulnerables en particular, como una mujer embarazada, dos bebés
llenos de polvo y un niño discapacitado.
Salimos hacia el campo, relativamente tranquilos porque nos
hemos asegurado de que al menos hoy, van a estar hidratados pero con una
estampa difícil de olvidar.
Nos volvemos a juntar los seis y nos preparamos porque
vienen curvas. Algunos estudiantes de inglés nos pidieron una clase de
conversación donde poder hablar sobre su situación.
Enseguida empiezan a participar y escuchamos sus
testimonios, que aceptan que grabemos para el documental que estamos
preparando.
Nos cuentan con
nostalgia su vida en Siria, con entereza como llegaron hasta aquí y con una
fuerza extraordinaria que esperan de su futuro. A nosotros nos cuesta mantener
la entereza que ellos demuestran.
Después de uno de los días más intensos emocionalmente,
charlamos un rato con los amigos que aún no se van a cenar y después de las
despedidas nos vamos para casa.
El plan para mañana es similar al de hoy.
Nos vamos a descansar para coger el día con fuerzas.
Hasta mañana!
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