Amanecemos por último día en Sinatex.
Y amanecer es un decir. Las luces del campo permanecen las 24 horas
del día enchufadas.
Hoy ha sido una noche cruda, ha helado
en el campo y no hay agua corriente, así que lavarse la cara y
despejarse se vuelve algo complicado. Permanecemos un rato al abrigo
del calentador, imaginando cómo sería estar allí, con esas
condiciones climáticas, dentro de una tienda de campaña. Sabemos
que esa es la suerte que corren en otros campos, así que podemos
estar agradecidas.
Nuestros anfitriones preparan un
contundente desayuno, que nos ayuda a coger fuerzas para la tarea mas
difícil de todas: la despedida.
No queremos comenzar, porque sabemos lo
que nos supone, pero hay que hacerlo...Así que, muy a nuestro pesar,
nos ponemos en marcha. Esta vez, puerta por puerta, habitación por
habitación, vamos diciendo hasta pronto a nuestros/as amigos/as.
Muchos ya sabían que hoy era el día de nuestra partida, otros nos
miran sorprendidos por la noticia. Detrás de nosotras, un grupo de
peques nos acompaña. Bromean y llaman nuestra atención
constantemente. Algunos se cuelgan de nuestro cuello a la más mínima
ocasión, otros nos muestran su tristeza por nuestra marcha con su
enfado, aunque finalmente se funden en un gran abrazo con nosotras y
no paran de repetirnos “I love you”, para risa de sus amigos.
También un grupo de adolescentes siguen esta comitiva que, sin
querer, hemos creado. Nos llaman a parte para darnos unas pulseras
que han hecho para nosotras. Lo agrademos infinitamente y les
decimos, tal y como lo sentimos, que siempre tendrán un huequito en
nuestro corazón. Intentan hacerse las duras, pero a todas se nos
acaban escapando unas lagrimillas. Seguimos adelante engalanadas y y
orgullosas de haber logrado crear esos lazos que superan culturas,
idiomas y fronteras.
Algunos “hasta prontos” se hacen
especialmente duros, y ni nosotras ni ellos/as podemos contener las
lágrimas. Hacemos de tripas corazón e intentamos ponerle un punto
positivo y agradable a la despedida, deseándoles que la próxima vez
que nos encontremos pueda ser en Alemania, en España o en cualquier
otro país europeo, y no en esa jaula que va tragándoles poco a
poco.
Por primera vez nos invade un
sentimiento desagradable. Nos cuesta pensar en volver a la comodidad
de nuestros hogares, a la comodidad de nuestras vidas, con todas
nuestras necesidades cubiertas, con tantas cosas que ni queremos ni
necesitamos, con tan poco tiempo para pensar en los demás, con ese
egocentrismo que nos invade cuando nos dejamos llevar por la rutina
diaria y pensamos en nuestros minúsculos problemas, de los que nos
gusta hacer grandes montañas.
¿Cómo podemos regresar a todo esto
sabiendo que sigue habiendo personas recluidas en campos, viviendo en
condiciones infrahumanas?
¿Qué nos diferencia de ellos y ellas?
¿Porqué tenemos que tolerar que está situación se alargue durante
más de un año? ¿Hacemos todo lo que está en nuestras manos?
¿Acaso no es de laguna manera nuestro voluntariado una forma de
intentar acallar esas voces en nuestras cabezas que nos dicen que
podemos hacer algo mejor?
Entonces esto, ¿lo hacemos realmente por
ellos/as o por sentirnos mejor con nosotras mismas?
Siempre hay un
por qué a cada acción. Entonces, ¿por qué preferiríamos
quedarnos en Tesalónica antes que retomar nuestras confortables
vidas? Quizá es que ya no nos llenan después de haber vivido todo
esto. Quizá es que ya nos hemos encontrado con la felicidad donde
menos pensábamos que íbamos a encontrarla y ahora nos alejamos de
ella.
Llega el momento de marchar. Abrimos
por última vez la puerta del campo, y una racha de viento
helado(estamos a -4ºC) nos congela la cara, pero parece que esa
sensación penetra hasta el fondo de nuestros corazones.
De camino, nuestros amigos Imad y Aziz,
que por última vez nos acompañan al autobús, van bromeando, para
quitarle hierro al asunto. Cada quien capea el temporal a su manera,
pero sabemos que también están tristes por nuestra marcha.
De
repente, a mitad del camino, vemos el bus y echamos a correr,
mientras le hacemos señales para que nos espere, e intentamos
no patinar con el hielo de la carretera. La última despedida es
fugaz, y nos montamos en el bus con una sensación de vacío, y casi
sin mediar palabra durante el camino(no hace falta, ambas sabemos
cómo se siente la otra), llegamos a Tesalónica
Cogemos nuestras cosas en el
apartamento y vamos a buscar a Álex, un chico catalán que también
va a Skopje, y con quien compartimos taxi al aeropuerto y vuelo a
Barcelona. En el camino charlamos sobre nuestras experiencias estos
días. Conforme nos acercamos a Skopje, el termómetro baja
progresivamente, hasta los – 15ºC. Y aquí estamos los tres, cada
quien distrae la espera como puede, pintando, wasapeando, escribiendo
reflexiones e ideas...
Nos despedimos también, por ahora, de
todos/as vosotros/as, que nos habéis estado siguiendo cada día en
esta experiencia. Os estamos inmensamente agradecidas por vuestros
mensajes de apoyo. Y al igual que a nuestros/as amigos/as de Sinatex,
os decimos solamente “HASTA PRONTO”, pues sabemos que este viaje
aún no ha acabado...
No hay comentarios:
Publicar un comentario